por Benjamin Moallic y Elisabeth Cunin
Primer país de la región centroamericana en haber declarado un caso de contaminación por el SARS-CoV-2, Costa Rica es hoy designado como un modelo de contención de la epidemia al lado de Taiwán y de Corea del Sur. De los argumentos avanzados para explicar ese éxito: un arraigo democrático estable y duradero, así como una economía sólida y una inversión consecuente en salud y educación.
De hecho, Costa Rica ha sido muchas veces presentado como una excepción en la región, sino en el continente. Y es su excepcional estabilidad institucional que, por el politólogo Olivier Dabène, hace de ese país el más democrático de América latina. Estabilidad cuya fórmula describió en su libro Costa Rica: Juicio a la democracia (CEMCA, 1992)
¿Sera que, de modelo democrático a modelo sanitario, solo hay un paso? O ¿será que la costumbre de erigir Costa Rica en modelo nos hace perder de vista la otra cara de la moneda? Son unas de las preguntas que surgen a la lectura del artículo de Elisabeth Cunin, ¿Costa Rica, buen alumno de la pandemia?, traducido aquí al español y cuyas versiones francesa e inglesa parecieron en el blog COVIDAM (insertar el link en la palabra https://covidam.institutdesameriques.fr/)realizado por la Unidad mixta internacional Interdisciplinary and global environmental studies (iGLOBES) y el Instituto de las Americas (IDA).
¿Costa Rica, el buen alumno de la pandemia?
por Elisabeth Cunin
En Costa Rica, las conferencias de prensa diarias del Ministerio de Salud ofrecen una imagen llamativa de la gestión de la crisis del Covid 19: tono solemne, banderas oficiales, retratos polvorientos de los antiguos funcionarios de salud, traducción simultánea en lenguaje de señas, un gran frasco de gel entre los micrófonos. Esta reunión cotidiana transformó al Ministro de Salud, Daniel Salas, en un héroe nacional.
Las cifras son significativas. Si bien Costa Rica tuvo el primer caso de COVID 19 en América Central (el 6 de marzo de 2020), es también el país donde se cuenta el menor número de muertes en la región (5 personas al 19 de abril de 2020). La cantidad de personas infectadas aumenta constantemente (660 casos confirmados para una población de 5 millones) y es mucho mayor, en términos porcentuales, que aquella de sus vecinos, con la excepción de Panamá. Pero la tasa de letalidad (0,76%) queda la más baja de América Latina (seguida de Chile con 1,32% y de Uruguay con 1,93%) e incluso una de las más bajas del mundo (detrás de Singapur con 0,17% pero delante de Taiwán con 1,43%, o Corea del Sur con 2,19% según las cifras de la Universidad John Hopkins).
El papel del Estado y las políticas públicas puestas en marcha desde los años 40 explican sin duda alguna estos buenos resultados. El sistema de salud es uno de los mejores de América Latina y el acceso a la salud es universal. Desde el comienzo de la pandemia, las universidades, y en particular la Universidad de Costa Rica, han estado trabajando en la producción de máscaras o respiradores e investigan en la creación de un antivirus (a partir de los anticuerpos de personas curadas).
Aun cuando el número de casos declarados seguía siendo bajo, el Gobierno adoptó medidas enérgicas y eso desde principios de marzo, mucho antes que en los Estados Unidos, México o Francia: puesta en teletrabajo de los empleados de las oficinas gubernamentales desde el 9 de marzo; cierre de los espacios públicos el 10 de marzo (cuando sólo había 9 casos identificados en el país); cierre de las primeras escuelas el 12 y cancelación progresiva de los actos públicos a partir de ese día, incluyendo el cierre de cines, teatros, bares, discotecas, parques naturales y playas.
El 16 de marzo se declaró el estado de emergencia sanitaria. Se cerraron todas las escuelas y las fronteras nacionales. Se estableció una línea telefónica especial y se comunicó ampliamente sobre los procedimientos a seguir en caso de síntomas. Todas las instrucciones y medidas adoptadas por el Gobierno pueden consultarse en línea en el sitio web del Ministerio de Salud, incluidas las directrices específicas sobre la violencia de género así como para las personas viviendo en la calle o para las poblaciones indígenas y afrodescendientes.
Ante el temor de que el virus se extienda por todo el país (actualmente queda muy concentrado en el valle central, alrededor de las ciudades de San José, Alajuela, Heredia y Cartago, que representan más del 60% de la población), el gobierno ha reforzado estas medidas para la Semana Santa: cierre de comercios no esenciales y de centros comerciales, tráfico prácticamente detenido. En San José, donde el tráfico por carretera suele ser infernal (Costa Rica tiene el tercer parque automóvil per cápita más grande de América latina), la Carretera Interamericana permaneció desierta durante 5 días, ofreciendo una oportunidad sin precedentes para caminar y andar en bicicleta. El control del gobierno sobre la situación (o la impresión de control que da) es incuestionable, llegando incluso a mencionar la compra de 3000 bolsas para el transporte de cadáveres y especificando que los protocolos recomiendan usar dos por persona… Todo estaba listo antes de la tormenta, aunque todos esperaban que no llegara a pasar porque, a pesar de la eficiencia de su sistema de salud, Costa Rica cuenta con sólo 143 camas en unidades de cuidados intensivos.
Sin embargo, las restricciones siguen siendo moderadas: no hay cuarentena estricta, el tráfico se modula según las horas y los días, los comercios limitan su acceso al 50% de su capacidad. Muchos restaurantes, panaderías, tiendas y pequeños supermercados permanecen abiertos, brindando servicio de “entrega a domicilio” o de “entrega exprés” a través de una ventanilla. Debido a la orden de confinamiento («Quédate en casa»), los repartidores en bicicleta o motocicleta son, junto con el Ministro de Salud, las otras figuras claves de esta crisis. Al igual que en otros países, la economía se verá sin duda afectada de forma duradera, especialmente el turismo, pero este funcionamiento a medias permite mantener por lo menos une cierto volumen de actividades. Al mismo tiempo, el gobierno ha inaugurado una serie de medidas para apoyar el teletrabajo y ayudar a las pequeñas empresas: creación de un subsidio (Bono Proteger) para los trabajadores que han perdido su empleo o que se vieron obligados a trabajar a tiempo parcial, moratoria en el pago de ciertos impuestos, contribuciones específicas para el sector turístico, etc.
Este mensaje político, presentado como tranquilizador, competente y con visión a futuro, se basa también en otro elemento central de la sociedad costarricense: su confianza en el gobierno y en su modelo nacional. Como lo repite el Ministro de Salud: «La responsabilidad de cuidarnos es de todos y todas: gobierno, empresas y ciudadanía» (Daniel Salas, conferencia de prensa, 14 de abril de 2020).
De hecho, las medidas establecidas, aunque sean parcialmente coercitivas (y directamente sancionadas con multas), se basan en la responsabilidad individual y el civismo; e incluso en un cierto orgullo nacional. El gobierno costarricense se enorgullece de seguir al pie de la letra las directrices de la OMS, y los costarricenses se enorgullecen de seguir las recomendaciones del gobierno. Este sentimiento de ser el «buen alumno» de América Central refleja un verdadero compromiso democrático, que también a veces toma un giro nacionalista que conlleva un cierto sentimiento de entre sí que no tolera desviaciones, especialmente la de los demás países centroamericanos, pero también la de sus compatriotas que no respetan las reglas comunes.
Los comentarios de la página de Facebook del Ministerio de Salud son, en ese sentido, elocuentes: si en su mayoría felicitan al gobierno por su manejo de la situación («Vamos Sr. Ministro usted está haciendo lo correcto», «Gracias Excelente Ministro de Salud Dr. Daniel Salas. Que Dios Lo Proteja Llene de Mucha Fortaleza Lo Siga Guiando e Iluminando Siempre Bendiciones»); o felicitan la sociedad costarricense por su buena conducta («Soy orgullosa de mi patria», «Esperemos Buenos comportamientos de los Costarricenses»), también denigran violentamente cualquier acto juzgado incivilizado («deje de malinformar!», «si quieres jalar jalese, nadie lo detiene, pero no vuelva nunca más por favor»).
Varios comentarios se refieren a la situación de los nicaragüenses en Costa Rica («Hagan algo con ese montón de nicaragüenses que querían salir el día de hoy en 2 buitres repletos para Nicaragua… ¡Sanciones fuertes!»). Como suele ocurrir, la «cara oculta» de la democracia costarricense es visible en su relación con su vecino nicaragüense, en particular por los migrantes provenientes de ese país, los cuales representan hasta el 10% de la población y una parte importante de la mano de obra de Costa Rica. La inacción del presidente nicaragüense Daniel Ortega frente a la pandemia ha dado lugar a comentarios preocupados, hasta hostiles, además de que los intentos de parte de nicaragüenses de cruzar ilegalmente la frontera entre los dos países están alimentando la polémica. Por lo cual se ha instalado una base aérea destinada al control fronterizo cerca de la ciudad de Los Chiles. La acogida de los refugiados nicaragüenses que huyen del régimen de Ortega ha sido suspendida, mientras que los refugiados que ya se encuentran en Costa Rica (50.000 según las cifras oficiales, hasta 100.000 según las ONG) viven en condiciones particularmente precarias. El riesgo es que a las recientes movilizaciones contra los migrantes se sume una asociación implícita entre los nicaragüenses y Covid 19, como lo demuestra el caso de una joven nicaragüense embarazada que entró ilegalmente en Costa Rica y de la que se sospechaba (erróneamente) que era portadora del virus. A menudo buen alumno a nivel mundial (desarrollo sostenible, ausencia de ejército, promoción de los Derechos Humanos y ahora gestión del Covid 19), ¡Costa Rica puede ser también provinciano, moralizante y excluyente!
San José (Costa Rica), 20 de abril de 2020
Elisabeth Cunin, es investigadora del IRD, afiliada a la Unidad de Investigación sobre Migración y Sociedad URMIS. Actualmente es investigadora visitante del Centro de Investigación en Identidad y Cultura Latinoamericanas CIICLA, de la Universidad de Costa Rica UCR.
La “cara oculta” de la democracia costarricense
Como lo subraya Elisabeth Cunin, el nacionalismo es una de las caras ocultas de Costa Rica. Sin embargo no es contemporáneo de las migraciones nicaragüenses o de la reciente llegada de miles de refugiados nicaragüenses. Precede más bien la instauración de la democracia para inscribirse en el tiempo largo, como lo recordaba Steven Palmer en un capitulo del libro Identidades nacionales y Estado moderno en Centroamérica (CEMCA, 1995). Capitulo en el cual desdibuja la cristalización de un nacionalismo oficial, entre 1870 y 1930, cuyo llamado higienista a la “auto-inmigracion” y la asociación entre migrantes e insalubridad nos recuerdan los discursos nacionalistas de la Costa Rica de hoy.
Sin embargo, la cara oculta de Costa Rica se encuentra también en esa parte de la población eclipsada por la imagen de modelo económico y democrático de América: las mujeres trabajadoras de las maquilas, las poblaciones afrodescendientes de la costa atlántica, los exiliados provenientes de Nicaragua; todos sectores de la población eminentemente vulnerables ante la pandemia y sus consecuencias próximas, la crisis económica.
Tres trabajos nos recordaran estos márgenes de la nación costarricense: el artículo de Rocío Guadarrama Olivera, Trayectorias, identidades laborales y sujetos femeninos en la maquila de confección. Costa Rica, 1980-2002, publicado en la Revista Trace (N°55, 2009), sobre el mundo intermitente de las obreras costarricenses.
El libro colectivo coordinado por Odile Hoffmann, Política e identidad. Afrodescendientes en México y América Central (CEMCA, 2010), que vuelve sobre las condiciones de las poblaciones afrodescendientes en la región, así como los movimientos afrodescendientes que nacieron del rechazo de la marginación.
En fin la intervención de Delphine Lacombe en la emisión radiofónica de France Culture, De Nicaragua a Costa Rica, el exilio frente a la represión, donde narra el exilio de la nicaragüenses en Costa Rica y la situación del país frente a los que se asemeja a una crisis humanitaria.